jueves, 13 de mayo de 2010

El vaivén de mis sospechas. Cuarta parte

Dejó un beso en los dedos para desmigajarlo en el aire mientras se despedía en la distancia.
Él no quería que se fuera y ella no sabía si quería irse.

Te sientan muy bien los treinta y cinco. No los aparentas.

Sabes, cada vez me resultan menos atractivos los hombres de mi edad y me intereso mucho más por los que tienen de veinticinco a treinta.
Es curioso, a mí me sucede exactamente lo contrario, pero con las chicas.
Me sonríes y consigo hacerte callar por un momento.

Tu primera boda. Tu primer divorcio.
Esa terraza en el piso de San Pablo te ha devuelto a la vida.
Todo aquello que tenías planeado. Todo aquello en lo que podías equivocarte.
Ahora vives como quieres. Hablar con tipos como yo te divierte.
Mejor si sigues como estás, así de sola, demasiado bien contigo misma.
Quizás te estás volviendo acorde con el vacío y cuando ves algo que te gusta lo relegas al inhóspito lugar que nunca mereciera. Pero eso sólo lo piensas porque nunca pudiste hacerte a la idea de que alguien como yo pudiera aparecer en tu vida.

Deshiciste un beso en los dedos para despedirte desde lejos.

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