sábado, 9 de octubre de 2010

La ciudad de los bares. 1st

Lo bueno de aquel bar era el escenario y el micrófono.
La entrada también tenía su encanto. Eso de estar en un sótano y las escaleras que había que bajar hasta la puerta le daban un carácter especial que difícilmente podía encontrarse en otros locales de la ciudad de los bares.
A medida que los vasos de tequila y las cervezas iban cayendo, algunas de las personas que las noches de los viernes se dejaban caer por aquel antro de mala muerte y de amigable ambiente se arrancaban a destrozar los grandes éxitos de la música nacional e internacional. La letra no podía leerse en ninguna pantalla. O conocías la canción o se terminaba el espectáculo. Eso era lo bueno. Una única persona en el escenario cantando para un puñado de desconocidos los temas que significaron algo en su vida. Por extraña o recóndita que fuera la canción, siempre estaba o siempre había alguna que inspirara a entonar octavas imposibles para cuerdas vocales defectuosas.
Cuando entré en el bar, Henry estaba cantando una canción de los Blur completamente borracho.

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