domingo, 24 de enero de 2010

Curiosas conexiones. El origen de las cosas

Ska, Scalextric y Escaquets

Lo más probable es que no le importe a nadie o que no diga nada nuevo o que no tenga razón pero...

…que la bandera escatalítica es exactamente igual a la que se ondea en las carreras de coches cuando el ganador atraviesa la línea de meta no debe ser una novedad para alguien que conozca un poco la cultura ska y vea un poco la tele; pero sí que es una de esas tonterías que me suelo plantear sin venir a cuento y acerca de las cuales me pregunto si la gente es consciente. Supongo que sí, que la gente se da cuenta. Sin embargo, hace unos días jugando a un famoso juego de coches de carreras que van por carriles en pistas ensambladas entre si dando vueltas en un circuito en miniatura, me percaté de un detalle que había pasado hasta el momento inadvertido. No solamente la bandera a cuadros blancos y negros insignia de la música ska es exactamente igual a la bandera de las carreras, sino que además, esa conocida marca de circuitos de juguete que todos tenéis en la cabeza se llama curiosamente Scalextric. Ska; cuadros blancos y negros. Sca-lextric; cuadros blancos y negros. Qué tontada ¿no? La misma raíz en distintos conceptos que en apariencia no tienen nada que ver. Pues resulta que según leo en wikipedia y según he visto realmente nadie se pone de acuerdo en el verdadero origen del término ska, pero no sé por qué me da que fue antes el símbolo que el nombre.
El tema hubiera quedado ahí, medio zanjado, de no haber ido esta semana a una conferencia sobre la vivienda y el interior doméstico de las casas medievales. (Cómo me gusta la Historia). Cuando el profesor empezó a hablar de los manteles que se utilizaban en las mesas de las casas nos mostró una imagen de un retablo gótico muy famoso en Aragón en el que se representa un banquete; concretamente el de las Bodas de Caná, donde Jesucristo, según el evangelio de San Juan, realizó el milagro de convertir el agua en vino. Esa tabla ya la había visto antes varias veces pero nunca me había dado cuenta de un detalle fundamental en todo esto. Fijaos en los manteles.









Ejea de los Caballeros (Zaragoza) 
Iglesia de San Salvador
Retablo Mayor de San Salvador. Bodas de Caná
 
Blasco de Grañén y Martín de Soria (1438-1476)
Pintura al temple sobre tabla

Pues bien, ese tipo de bordado tiene un nombre. Normalmente se le llama ajedrezado por asemejarse al tablero de ajedrez; del mismo modo que las banderas de las carreras y las escatalíticas también son ajedrezadas. Pero la palabra de la época que se empleaba para referirse a esta forma de decorar los tejidos es la de escaquets o lo que hoy en día el diccionario de la RAE denomina “escacado” o “escaqueado”: dicho de una obra o de una labor repartida o formada en escaques, como el tablero de ajedrez. De hecho, el verbo “escaquear” viene de una maniobra militar que adoptaron los ejércitos directamente del propio juego de ajedrez. Escaquearse es dispersarse, es decir, desplegar, colocar o mover las piezas por el tablero. Pero ahora, diréis, ¿cómo llega todo esto hasta Jamaica? Supongo, sin tener ni idea y sin llegar a rudeboy, que el término ska viene de la palabra inglesa “square” que además de plaza significa cuadrado o casilla, como las del tablero de ajedrez. No sé por qué me da que fue antes el símbolo que el nombre.

A partir de ahora, cada vez que baile ska me acordaré de las Bodas de Caná.

miércoles, 20 de enero de 2010

Campoamor

Hace un par de años logré reunir un puñado de textos que imprimí en un dossier a modo de relato. Hablaban de historias que tenían lugar en torno a viajes en autobús y andenes de estación. Del manuscrito original se cayeron algunos párrafos que no llegaron a coger forma. Hoy he terminado uno de ellos.

El día que nos deshicimos de la librería del local de San Agustín 18 se me antojó quedarme con dos libros. La 6ª edición de una Historia de España de Jose María Pemán (escritor monárquico que apoyó dos alzamientos militares, el de septiembre del 23 y el de julio del 36) y un diccionario de griego antiguo.
Entre las páginas del diccionario había una postal.

Querida Carmen,

Aunque la postal sea de Alicante ahora estoy en Tarragona viendo a unos amigos. Supongo que me quedaré una semana. De todos modos, cuando vuelva a Zaragoza te llamaré. Dales recuerdos de mi parte a Antonio, Isabel y Mayte, bueno y también a los niños del black power.
Un beso muy grande para ti.

No logro transcribir la firma.
Quiero leer Claudia.


Zaragoza, agosto de 1974.
La postal era una fotografía aérea de la ‘Dehesa de Campoamor’ en Alicante. Apenas una docena de edificios entre 7 y 17 plantas se levantaban en primera línea de playa. Los chiringuitos, la arena y los toldos exentos de bañistas parecían desde el aire los mínimos detalles de una maqueta con la que juega un constructor que sueña con Europa, el futuro y el turismo.
Después de leerla varias veces fue imposible acabar la traducción del texto griego que estaba realizando acerca de una persecución a caballo y unos leños que ardían en alguna hoguera. Marcó la página del diccionario con la postal para continuar con la traducción más tarde.
El verano se hacía más agradable a medida que se iba pasando. A penas faltaban unas semanas para el nuevo curso y procuraba pasar las horas de mayor calor del día en la oscuridad de su ático ejercitando lenguas muertas. Su manía de estudiar con poca luz le había costado una miopía que combatía con unas enormes gafas de pasta. Decía que  así se concentraba mucho más y que a obscuras las obras de Baroja sabían mejor.
Casi no pudo esperar a que llegara la tarde para salir de casa. Había llamado a Antonio para quedar con las chicas, pero estaban en el pueblo. Se quedaron sin recuerdos. Se fue a ver a “los niños”.
El sótano era un lugar acogedor por esas fechas y como de costumbre allí abajo siempre había alguien. Café, cerveza y vino sobre la mesa. Vinilos de música negra sonando en el tocadiscos. Se sentó en un sillón a seguir el hilo de una conversación ya iniciada. Mañana habrá una charla en el aula magna de Filosofía y Letras.

Las cosas están cambiando –le decía Carmen convencida de que todo lo que hacía serviría para algo–. Mientras cambien a mejor –le respondía con bastante conformismo–. En su cabeza había aires de libertad y expresividad a los que no sabía o no podía dar salida. Carmen sabía que nunca movería un dedo por cambiar nada, que se amoldaría a lo que viniera. Y aunque no mostrara el menor interés por lo que estaba sucediendo y a veces pareciera que asentía como a los tontos cuando ella le hablaba de la última reunión y las últimas iniciativas, el semblante alegre que se traducía en el gesto sereno de sus ojos y el rictus de su boca le inspiraba algo que se asemejaba bastante al amor.
Al ver como subía al autobús quiso enamorarse, clandestinamente.
Gracias por acompañarme. Te mandaré una postal desde Alicante. O desde alguna otra parte.

sábado, 16 de enero de 2010

hace quince días que sé que existes y no te vas de mi cabeza

viernes, 8 de enero de 2010

10 años que nos conocimos

En la fotografía soy el menos elegante. El que está en primera fila con las manos en la espalda. Todavía tenía un cordón de cuero alrededor del cuello. El único en la acera. Los demás se distribuyen detrás de mí, en las escaleras. Andrés Piquer y Miguel Servet nos contemplan. En la calle todavía hay luz.

15.04.2005. 20:21, grabó la camara a pie de foto. Sin duda, la noche prometía.

De las 18 personas que aparecemos sólo suelo ver a dos. Él, se ha cortado el pelo. Ella (mantón negro por encima) sigue igual. Se casan.

Al gunster de la derecha (sombrero negro) lo ví hace un par de semanas. Ahora vive en Berlín y mantiene un blog por el que voy sabiendo de su existencia y algún que otro correo que nos manda.

Del lolailo de la chapa en la solapa, de la riñonera en baldolera y la bolsa de Zara, hace tiempo que no se nada. Espero que le vaya bien. A él y a la novia, la de su izquierda.

Otro de los gunsters (sombrero blanco), desde el segundo escalón, me flanquea por la espalda el hombro derecho. Se fue a León con su novia (la que está a su lado, un peldaño más abajo) pero creo que ya han vuelto. Una pareja bien maja, la verdad.

Al que tiene su mano puesta en mi hombre y una estrella roja de cinco puntas en la chaqueta lo veo de vez en cuando, cada vez menos, eso sí. Al que está justo detrás de él lo perdí de vista cuando dejé de ir a la universidad. Más tarde o más temprano los veré, estoy seguro.

A la chica del fular en el cuello (segunda fila empezando por arriba) también la vi hace dos semanas. Estaba hasta las narices de su trabajo. Parece ser que su novio (junto a ella, camisa negra, los dos primeros botones desabrochados, con perilla) ha encontrado por fin un curro mientras espera que le llamen de algún instituto. Ni se el tiempo que hace que no lo veo.

En esa misma fila, el rubio de la derecha, camisa blanca y corbata oscura, me lo encontré en el mes de julio. El más inteligente de todos, sin duda. Ninguno de los de la foto lo negaría. Ya debe ser funcionario.

De los demás, no sé absolutamente nada.

lunes, 4 de enero de 2010

El vaivén de mis sospechas. Tercera parte


Te llevé hasta la barra.
Al final sólo pediste un agua.
¿Cuánto hacía que un extraño no te cogía de la mano?
Siento ser efímero. Con tan poco me basta.
Un defecto. Mi inconstancia.
Así, nunca llegarás a nada.