Me dijo, veo que tienes las cosas muy claras. Yo, como si tuviera razón y como quien calla otorga, no dije nada. Supongo que la engañaba al darle la callada por respuesta y que debí haber despejado mis dudas y destaparme ante ella negando con la cabeza pero, sí sí, veo que tienes las cosas muy claras. No estaría tan seguro.
A diferencia de mucha gente que conozco, malacostumbro a caminar sin levantar demasiado los pies del suelo, a veces casi los arrastro, es por eso que tropiezo a menudo y es por eso que a menudo nunca llego a nada, nunca pasa nada. Ni corro riesgos, ni vivo en las nubes, ni hablo demasiado, ni actúo sin pensarlo y aún así sigo estando hecho al uso del fracaso.
Que nadie siga mis pasos. Arriesgad, volad, hablad, actuad.
Vivir bajo seguro no garantiza nunca nada y quienes despegan más a menudo los pies del suelo son aquellos que bailan con los más guapos, quienes se llevan el gato el agua y quienes la consiguen aunque no tengan muy claro qué es lo que persiguen. Sí sí, las cosas muy claras. Y de qué me sirve, debí haber contestado en lugar de perder la mirada.
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