Supongo que seguirá sin importarle a nadie pero he vuelto a caer en la cuenta de una de esas estupideces que a mí, al menos, no dejan de resultarme curiosas y excepcionales. Son esas ideas tontas que hacen cambiar por completo la visión del mundo que nos rodea, o por lo menos, del pequeño mundo que me rodea. Porque siempre fueron las ideas más simples las que revolucionaron el mundo y las que hacen verlo con otros ojos. De eso se trata. De mirar de otro modo. Porque precisamente es eso lo que hace avanzar a las sociedades. Mirar el mundo que les rodea de una forma diferente a como lo ven constantemente.
Es así que aquí me hallo, de nuevo, en el por qué de las cosas, en mi particular teoría del origen de las cosas; origen que, seguramente, los lectores más asiduos que de vez en cuando se van pasando por aquí para ver si el Zarandeo ha puesto algo, sabrán apreciar debidamente. Porque todo viene de algo. Incluso todas esas expresiones cotidianas que decimos de vez en cuando sin preguntarnos qué es lo que quieren decir en realidad o quién o quiénes fueron los primeros en usarlas. Particularmente, conozco el significado de muchas de esas expresiones o frases hechas. Dichos, que curiosamente, tienen muchas veces su origen en la Edad Media, –¿dónde si no iba a ser?– como por ejemplo meterse en camisa de once varas, ir de picos pardos o seguir en sus trece. Y precisamente con el número 13 y con su consecutivo el 14, tiene que ver la historia de hoy. Así que allí que voy. A ver qué es lo que os parece.
Una de esas expresiones que más me desconcertaba –hasta que uno de los tantos primos que tengo me sacó de dudas una noche de verbena cuando me advertía de que se iría a casa pronto y sin decir nada– era la de hacer la trece catorce. Trece, catorce. 13, 14. Increíble. ¿Qué narices significaba? Mi primo, mecánico de profesión, me lo explicó y si lo buscáis por internet, –a mí, no me hizo falta, pues prefiero haberlo descubierto de este modo y no de otro–, todo el mundo coincide, y está generalizada la idea, de que esta curiosa expresión –hacer la trece catorce– procede de una broma que realizaban los mecánicos con experiencia a los jóvenes que entraban a trabajar en los talleres. Los primeros, solían pedir a los segundos, que les alcanzaran una llave de tuercas denominada 13-14. Resulta que la característica de este juego de llaves es que en cada uno de los extremos presenta un calibre diferente para un calibre diferente de tuerca. De este modo, encontramos llaves por pares de calibres consecutivos, como por ejemplo, la llave 8-9, la 10-11, la 12-13, la 14-15, la 16-17 y así sucesivamente. Y he aquí la jugada. La llave 13-14 no existe por lo que el joven aprendiz de mecánico podía buscar y buscar la llave hasta caer en la cuenta de que había sido engañado, burlado, de que se la habían jugado sin que él se enterara.
Pues bien. Ese es el origen de la expresión. O mejor dicho, ese era el origen de la expresión hasta ayer mismo, al menos para mí. Desde luego que los demás pueden seguir pensando lo que quieran. Pero antes, escuchad lo que tengo que contaros. La expresión, seguro, que es mucho más antigua.
Por diversas cuestiones que no vienen al caso, ayer me encontraba revisando la Biblia. Quería recordar qué es lo que decían los Evangelios (cuatro de los textos que componen la colección de libros canónicos de la tradición judía y cristiana) acerca del la natividad de Jesús. Poco es lo que cuentan, la verdad. Prácticamente todo lo que la Biblia dice sobre la vida de este hombre se ubica durante su etapa adulta. Del nacimiento, únicamente dos de los evangelistas reconocidos por la Iglesia tienen algunos pasajes. Son los evangelios de Mateo y de Lucas (para los que no tengan ni idea de Historia Sagrada diré que los otros dos son Marcos y Juan). Uno de estos pasajes, en el capítulo 2 del Evangelio según san Mateo, es el de la Huída a Egipto. Os resumiré en qué consiste más o menos.
Unos sabios procedentes del Este –lo que vienen a ser S.S. M.M. los Reyes Magos de Oriente, por cierto que la Biblia no dice ni que fueran tres, ni que fueran reyes, ni que se llamaran Melchor, Gaspar y Baltasar, y ni mucho menos que este último fuera negro– siguiendo una serie de señales en el cielo –lo que viene a ser la estrella– observaron que iba a nacer –porque eran sabios y lo sabrían, supongo que era por eso– el Rey de los Judíos. A su llegada a Jerusalem se entrevistaron con Herodes el Grande, un rey títere de Roma que hacía como que gobernaba en Judea, para preguntarle por el Rey de los Judíos que acababa de nacer. Como comprenderéis, al escucharles, Herodes el Grande, considerado el único rey de Judea, como no podía consentir que un nuevo rey le arrebatara el trono, pidió a estos sabios que fueran en busca del recién nacido para que cuando lo hubieran encontrado se lo comunicaran sin demora para poder ir él también a adorarlo. Mentía. Por supuesto que lo que quería era matarlo. Los sabios de Oriente, una vez que ofrecen sus regalos al niño Jesús –del oro, el incienso y la mirra sí que habla la Biblia– fueron avisados en sueños de las intenciones de Herodes y se marcharon por otra parte sin pasar por su palacio. También en sueños, el ángel del Señor, se le apareció a José –y aquí va llegando el meollo de la cuestión– para decirle lo siguiente:
Huida a Egipto. Fra Angelico (c. 1450). Temple sobre tabla.
Museo de san Marcos. Florencia.
Después, ya vendría la matanza de los inocentes que, por otro parte, se convertiría en la más grande de todas las bromas y que celebramos todos los ventiocho de diciembre. Herodes, cabreado por el engaño de los sabios de Oriente, decice matar a todos los niños menores de dos años de Belén y alrededores, a ver si acertaba y mataba también a ese niño que decían sería el rey de los Judíos. Pero lo que más me interesa es la 13, 14 que le hicieron María y José a Herodes cogiendo al niño, escapando de la matanza. ¿A ver si podéis imaginar cuáles son los versículos que representan la jugada? Qué acertada coincidencia ¿no? Mt. 2; 13-14. Efectivamente, mi primo aquella noche de verbena, se marchó sin avisar.